Quizás parezca un tema ” estereotipado ” de verano, pero lo que me ha llevado a hablar de ellas no es sólo eso.
Es cierto, que cuando estás trabajando, en estas fechas, sólo mirarlas, evoca sensaciones relajantes, necesarias para nuestro cerebro y nuestra creatividad.
Lo que me atrae de ellas es el concepto. Infinitas.
Reciben este nombre porque colocando uno de sus lados por debajo del nivel del agua, se produce un desbordamiento, consiguiendo con ello un efecto óptico, que visto desde el interior de la piscina nos puede hacer creer que no tiene límites, que la piscina se une con el horizonte, fundiéndose hasta el infinito.
Para la naturaleza humana, el poder mirar al infinito, sin ningún corte visual, nos hace olvidar todo tipo de limitaciones, incluso la existencial. Esa que cuesta tanto asimilar, sobre todo si viene de manera anticipada y afecta a alguien realmente querido.
Por eso, en este preciso instante de mi vida me resultan tan ” infinitamente bellas ” estas piscinas.
Lo importante es saber que la parte que va a reflejarse va a duplicarse. Cuanto más bonito es lo que se mire, doblemente bonito será el resultado.
Hotel Perivolas, Santorini, Grecia |
Foto: Duncan Rawlinson |
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